El peor momento en la vida de Sarah Brown

A la exitosa y bellísima actriz Sarah Brown, le sucedió una de las cosas más vergonzosas que ella pudiera haberse imaginado jamás.

Luego de pasar largas horas entre maquilladores y vestuaristas, llegó a la ansiada ceremonia de los Oscars, en una impactante limusina blanca, enfundada en un auténtico Giorgio Armani, un sensual vestido de seda dorada que iluminaba aún más su delicada belleza.

Pero, al intentar bajarse del auto, tomándose de la mano de su amable chofer, el travieso y temeroso vestido, decidió que esa noche, justo esa noche, iba a quedarse dentro del auto, atrapado por un brusco y fatal cierre de la puerta, dejando al descubierto toda la desnudez de la actriz, tal como Dios la trajo al mundo…

En ese instante se escuchó una exclamación de sorpresa de todo el público presente y después, un largo e interminable silencio… Seguramente la actriz, a quien no le alcanzaban las manos para taparse, nunca se le iba a olvidar tan desgraciado incidente, casi mortal para su dignidad.

Lo primero que hizo fue llamar con desesperación al personal de seguridad para que le trajeran rápidamente algún abrigo con qué cubrirse, mientras se agachaba torpemente contra la limusina para no quedar expuesta con su cuerpo frente a las indiscretas cámaras, que la vigilaban como si fuera una presa queriendo escapar.

Aún cuando los camarógrafos y la gente comenzaron a aplaudirla, tal vez con intención de animarla, ella continuaba ruborizada como un tomate, ya casi a punto de ponerse violeta. Seguramente debió haber pensado: “Tragame tierra” de la vergüenza insoportable que estaba pasando.

En ese momento llegaron los guardias de seguridad, con un deslucido piloto color beige, muy masculino y nada glamoroso, la ayudaron apuradamente a cubrirse y se la llevaron a los empujones entre la gente, en medio de silbidos, risas y algunos aplausos.

Pasaban los minutos, se acercaba el comienzo de la esperada ceremonia, pero de Sarah ni noticias.

La atención de los camarógrafos se trasladó entonces hasta la puerta de su camerino, donde la actriz le confesó a una de sus asistentes, que nunca más volvería a mostrarse frente a una cámara después de lo sucedido, mientras lloraba sin consuelo, tanto que parecían verse las cataratas del Iguazú bajo la puerta con su nombre.

El reloj, implacable, marcaba las 21:00hs, la ceremonia comenzaba, se veían pasar acaloradamente asistentes que iban a buscarla, tratando de convencerla para que concurriera a tiempo al salón. Pero claro, era entendible, Sarah no aparecía, mientras crecía la preocupación entre el público.

Al cabo de un rato, la resignación era evidente, Sarah no iba a asistir a la ceremonia y se temía, dada las circunstancias, que renunciara a sus shows televisivos para no soportar más humillaciones.

El temor era razonable, la actriz tardó tres largos meses en volver a presentarse ante cámaras. Hasta que un impensado día, volvió como si nada, obviamente si hacer ni si quiera mención al peor momento que pasó en toda su vida.